Fernanda cruzó la calle. Se amontonaba gente. Tenía en el bolsillo la miniatura de perfume que había recogido tiempo atrás en esa esquina, y tres billetes. Varios periodistas armados con cámaras, micrófonos y celulares impedían el paso al otro lado.
Las vecinas se afirmaban de los brazos y tapaban sus bocas; los vecinos las miraban sin decir nada, subiendo y bajando las cejas en señal de espanto.
Fernanda trató de escuchar lo que decían, las manos sudadas en el canguro comprimían el frasco de Givenchy.
Una mujer muy flaca y triste la apartó de la orilla murmurando “Los mató a sangre fría”, Fernanda apartó una de sus manos para secarse el sudor, se quitó el cintillo y volvió a ponerlo. La cámara se acercó hacia ella, la mujer flaca respondió algunas preguntas “Yo estoy muy mal” decía “Eso no había pasado nunca en nuestro barrio”
Fernanda pensó que pasaría si le preguntaban a ella, tendría que decir algo, que nadie lo esperaba, que era una familia tranquila.
Más tarde, angustiada, sirvió la comida y encendió el televisor para buscarse en el noticiero.
- ¿Tu mamá? - preguntó Jorge mientras cortaba un pedazo de pan
- No sé, no la he llamado.
- Me encontré con tu hermana hoy día, dijo que te recordara la cuenta de Avon.
- ¿Me prestas el celular para llamar a mi vieja?
Fernanda tomó el celular, se acomodó en la cama, sacó el frasquito de perfume, lo abrió, acercó su nariz y no sintió nada.